Debido a sus efectos sedantes e hipnóticos, estas sustancias suelen utilizarse como relajantes musculares y como tratamiento para la ansiedad, el insomnio y otros trastornos afectivos. También se han utilizado en otros campos de la medicina como antidepresivo o incluso en el tratamiento de enfermedades como el cáncer.
Estos medicamentos se lanzaron como una alternativa segura a los ya conocidos barbitúricos. El problema es que el consumo de benzodiacepinas está alcanzando cotas históricas en nuestro país. De hecho, su consumo ha crecido un 4,5% en los últimos 8 años, una cifra que sitúa a España como uno de los países europeos donde más se consumen estas sustancias.
Tipos de benzodiacepinas
Existen hasta 35 tipos de benzodiapinas distintas. Entre las más utilizadas en nuestro país encontramos el lormetazepam, el alprazolam o xanax, el diazepam o el lorazepam, siendo este último el más consumido en nuestro país y acumulando el 40% del consumo de ansiolíticos.
Estas sustancias se clasifican según su permanencia media en nuestro organismo, y cada una de ellas presenta una potencia y una rapidez de acción distinta. El problema lo encontramos en el abuso de estos fármacos, pues su consumo puede tener riesgos asociados y conlleva algunos efectos adversos.
Además, hay que tener en cuenta que este tipo de medicamentos puede crear tolerancia. Esto supone un problema para el paciente, ya que necesitará aumentar la dosis para conseguir el mismo efecto terapéutico. Esto podría aumentar el riesgo y la aparición de los siguientes efectos adversos:
· Somnolencia.
· Relajación motora.
· Alteración de la coordinación.
· Dificultades de concentración y atención.
· Problemas de memoria.
Además, en casos de sobredosis, estas sustancias podrían provocar depresión respiratoria, llegando a ocasionar incluso la muerte.
¿Cuándo debería preocuparnos su consumo?
Es cierto que las benzodiacepinas no suelen suponer un peligro por sí solas. Sin embargo, cuando las combinamos con otras sustancias, como es el caso del alcohol, aumenta el riesgo de deterioro cognitivo, provoca comportamientos impulsivos y disminuye la habilidad para conducir.
Para garantizar su seguridad, las benzodiacepinas únicamente pueden tomarse bajo prescripción médica y el tratamiento no debe superar nunca las 12 semanas. Una vez pasado el periodo correspondiente de tratamiento, conviene dejarlas gradualmente para evitar posibles problemas de dependencia. Disminuir la dosis de manera gradual es fundamental si queremos prevenir los síntomas de abstinencia.
Para evitar casos de dependencia, los expertos aconsejan promover la educación de los pacientes. Pero además ponen especial hincapié en prescribir siempre un tratamiento en las dosis adecuadas y ajustadas a las necesidades de cada paciente.
Conviene recordar que existen ciertos grupos de riesgo que son más propensos a sufrir complicaciones, entre ellos: personas de edad avanzada, embarazadas, pacientes con hepatopatías o personas con mayor riesgo de adicción.