Cuanto más temprano se empieza a consumir alcohol de manera habitual o abusiva, se hace más probable que podamos padecer enfermedades y tener problemas en un futuro. Más concretamente, el consumo de alcohol en edades tempranas como en la adolescencia, interfiere en el crecimiento, la nutrición y el desarrollo de la personalidad de cada uno. Existen estudios que demuestran que los efectos que produce el alcohol son mucho más fuertes en los menores de edad, no solo por sus condiciones físicas, todavía inestables para poder metabolizarlo y que hacen que los efectos tóxicos progresivos aparezcan con más rapidez e intensidad, sino también por motivos psicológicos: las altas expectativas que tienen los jóvenes en el alcohol como medio para relajarse, desinhibirse, divertirse más, etc. Junto con la sensación que tienen de invulnerabilidad, hacen que se expongan a unos riesgos mayores.
Por otra parte, el proceso constante de cambio y transformación de su personalidad y sus características fisiológicas facilita que se instalen con más rapidez la dependencia psicológica y física del alcohol. Igualmente, es más probable desarrollar alcoholismo si se empieza a beber antes de la edad adulta.
El simple consumo de alcohol aumenta las posibilidades de padecer un accidente cuando se practican actividades deportivas y de ocio y se reducen las capacidades físicas, de aprendizaje, o comunicativas de los jóvenes. Además, la ley en España no permite el consumo de bebidas alcohólicas a menores de 18 años y eso puede suponer problemas legales no solo para los adolescentes, sino también para sus padres o familiares.
